Ya sean verbales o escritas, bien en lengua española, en la cooficial de cualquier comunidad autónoma, o en lengua extranjera, lo bien cierto es que cuando traducimos nuestras ideas y pensamiento en palabras para comunicarnos con otros seres humanos, la precisión en nuestra forma de expresarnos y el decir lo que queríamos decir con las palabras lo más fieles posibles a lo que pretendíamos transmitir, es importante para que la comunicación cumpla su misión sin que existan malos entendidos, incorrectas interpretaciones, y lo que es peor, que se genere un conflicto con el interlocutor porque exista un fallo en el canal de comunicación.
La invasión constante de las tecnologías en nuestra vida cotidiana, que empezó en su día con los mensajes de texto mediante terminales móvil (llamados SMS) y que ha dado paso a las redes sociales (facebook, twitter, tuenti, . . .), ha llevado a otra forma de expresarnos y comunicarnos. Incluso algunos famosos han sido criticados por resultar mal interpretados desde su twitter por manifestar expresiones totalmente descontextualizadas, en estas comunicaciones ágiles, aceleradas y breves.
Llevada la comunicación a nuestra esfera más cercana, a la familia, a las relaciones de pareja, con los hijos, incluso con hermanos y con la familia política, resulta la misma especialmente trascendental por las emociones que transmitimos cuando nos expresamos con nuestros familiares. Probablemente a veces no existe realmente un conflicto entre nosotros, en otras ocasiones el problema sería de mucha menor entidad si hubiésemos verbalizado correctamente la idea que teníamos que expresar: sin reproches al interlocutor, sin levantar la voz, abordando el problema desde la serenidad, empatizando con nuestro familiar, manejando mensajes en positivo, esforzándonos por comprender al otro, sabiendo escuchar activamente, . ..y sobre todo, utilizando las palabras más adecuadas posible a la idea que realmente queremos expresar.
No hay duda de la importancia del lenguaje y su utilización en el ámbito familiar, pues mediante el lenguaje manifestamos nuestras ideas, emociones y sentimientos, con el lenguaje nos interrelacionamos con nuestros semejantes, y más especialmente interactuamos con los seres queridos, con los que nos une un vínculo más estrecho, y por lo tanto con los que existe la mayor posibilidad de cruzar la delgada línea que nos puede llevar al conflicto.
La invasión constante de las tecnologías en nuestra vida cotidiana, que empezó en su día con los mensajes de texto mediante terminales móvil (llamados SMS) y que ha dado paso a las redes sociales (facebook, twitter, tuenti, . . .), ha llevado a otra forma de expresarnos y comunicarnos. Incluso algunos famosos han sido criticados por resultar mal interpretados desde su twitter por manifestar expresiones totalmente descontextualizadas, en estas comunicaciones ágiles, aceleradas y breves.
Llevada la comunicación a nuestra esfera más cercana, a la familia, a las relaciones de pareja, con los hijos, incluso con hermanos y con la familia política, resulta la misma especialmente trascendental por las emociones que transmitimos cuando nos expresamos con nuestros familiares. Probablemente a veces no existe realmente un conflicto entre nosotros, en otras ocasiones el problema sería de mucha menor entidad si hubiésemos verbalizado correctamente la idea que teníamos que expresar: sin reproches al interlocutor, sin levantar la voz, abordando el problema desde la serenidad, empatizando con nuestro familiar, manejando mensajes en positivo, esforzándonos por comprender al otro, sabiendo escuchar activamente, . ..y sobre todo, utilizando las palabras más adecuadas posible a la idea que realmente queremos expresar.
No hay duda de la importancia del lenguaje y su utilización en el ámbito familiar, pues mediante el lenguaje manifestamos nuestras ideas, emociones y sentimientos, con el lenguaje nos interrelacionamos con nuestros semejantes, y más especialmente interactuamos con los seres queridos, con los que nos une un vínculo más estrecho, y por lo tanto con los que existe la mayor posibilidad de cruzar la delgada línea que nos puede llevar al conflicto.
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